Facultad de Ciencias Humanas

Bosque de la poesía- Glauce Baldovín

| Glauce Baldovin |

(Río Cuarto, 1928-Córdoba, 1997)

Escritora, lectora voraz, militante, tallerista. Integró el consejo de la revista Mediterránea, publicada en Córdoba entre 1952 y 1958, dirigida por su hermano Alcides. También fue co-directora de la revista Vertical, entre 1951 y 1957. Militó en el Partido Comunista y luego en el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Dirigió talleres literarios y coordinó grupos de escritores, como “Raíz y Palabra”. Tuvo dos hijos, Claudio y Sergio. El menor fue desaparecido mientras hacía el servicio militar. Sus textos recién comienzan a publicarse a fines de los ‘80, con el regreso de la democracia. Su obra, dispersa entre amigos y entre otros libros, comenzó a ser reunida en el 2018 por la editorial cordobesa Caballo Negro.

Índice

XVII

Es la primavera.
Los ríos están llenos de peces
y hasta el arroyo, detrás de los médanos,
está lleno de mojarras.
Me zambullo en él y siento los peces aguijonearme la piel.

Sé que hay un mar verde.
Que hay barcos que se mueven como una larga hoz.
Sé que hay peces azules y dorados que brillan al ser atrapados en redes
de grueso hilo de plata.
Sé que hay largos calmos, pejerreyes en forma de hojas de lirio.

Pero yo quiero esta angosta senda de agua
quiero libres los domingos para mezclarme con los bagres
para sentirme cubierta de barro
para apagar tanta sed.

(De Libro de Lucía, 1987)

I

Soy la señora del fuego. Regreso de los infiernos donde fui a
apagar la sed que el agua no apagará.
Señora de todos los ardimientos, las fogatas, los incendios
aquí estoy, abrasada mi piel y mi carne: sólo huesos.
Ya que clavada como pira entre las llamas ellas creyeron
devastarme
mas sólo transformaron en cenizas mis ramas, mi tronco y sus
capas protectoras. Hasta mis raíces. Hasta mi albur.
Pero les arranqué el secreto y conservo intacta mi cofia, la protejo
en mis puños para que conserve el calor hasta encontrar la tierra
propicia y enterrarla otra vez. Como fue al principio
Prometeo, prendido a mi esternón, así me lo exige.
Y yo soy su sacerdotisa.

El secreto del fuego es el secreto de la humanidad, el de la tierra,
las aguas, los astros.
Es mi secreto y he de llevarlo conmigo como bruja que solo
fuera aprendiendo hechizo tras hechizo.
La maga, la yatiri.
Y tendré que cuidarme de las conjuras de aquellos que creen
en la pureza y tienen enmohecido el cerebro y el corazón.
Ya que soy la más pura de entre todos los seres pues Él ardió mi
cuerpo pero también ardió mis pecados y mis inhibiciones.

(De El fuego, 1987)

XII

Nada nos une más que el sol.
Ella en mí
yo en ella
nos entregamos a sus infinitos brazos
a sus infinitas piernas
como una criatura de arcilla que él pudiera moldear
como un fruto al que solo él pudiera madurar
como un huevo del que pudiera nacer una víbora o una paloma.

No hay hombre, dice,
no hay hombre que pueda llegar hasta el último de los nervios
hasta el mismo fondo de los ojos
hasta el más oculto trozo de piel
y dejar allí sus huellas.

Y las dos sabemos que ya hemos elegido nuestra muerte.

(De El libro de la soledad, 1989)

Olga Orozco

¿Qué palabra, qué expresión para significar terror tortura agonía?
Aquello que triza que enloquece y finalmente mata
¿en qué brebajes
en qué diccionarios podré hallarlo?

Trato de expresar tu muerte.
Este hueco en que me ha convertido tu muerte:
mitad escorpión, mitad mujer como nuez endurecida.
Pero son un puñado de polvo mis palabras.

El amor supo cuánto debió esperar
cuándo desaparecer,
Sabe ahora
nosotros también lo sabemos
cuál fue su equivocación:
nunca debió dejarnos.
Nunca debió pensar que alejarse era salvarnos.

Jamás pedimos nuestra salvación
solo vivir y morir en el incendio.

Livia Hidalgo

No hay estímulos externos para mi voz que viene de atravesar
murallas
cárceles
agujeros.
Ni el color la música el verbo
ni Venus postrada ante el Sol
ni la mismísima voz de Dios
su mismísima presencia.

Dentro está el huracán la bienaventuranza.
Dentro el crimen el sortilegio
Sino
¿cómo habremos de restablecer las formas horadadas?

(De El libro de los poetas, 1991)

XIV

Me puse tu cara
salí
y la multitud me proclamó la más bella
la ungida
y se postró a mis pies.

(De El libro del amor, 1993)

XV

Amaneceres grises.
Nuevamente la tragedia
Esquilo Sófocles Eurípides en mis venas.
Alguien
los asesinos
golpean a mi puerta.
Abran gatos
dejen que ellos se encuentren con mis ojos
y por el espanto de tanto dolor
mueran.
Jamás serán llorados
gritados
aullados
como los que tantas madres tuvimos que aullar.

V

Cada una en su tarea.
La magia embrujando los rincones los muros las grietas
la Soledad en al alhucema el benjuí la albahaca
el alcanfor el nardo la englatina
el nardo
el sahumerio para perfumar los armarios donde la ropa blanca
espera
anhelante espera la fragancia.
Yo en el ritual de la limpieza y la comida:
bruñido todo bruñido con cepillo jabón lavandina.
Sabroso todo sabroso y fragante
aceite de maíz orégano cilantro
laurel sándalo pimienta.

Las tres en la poda de las enredaderas
el riego la siembra el trasplante
la cuenca de agua para que baje el sol
y en la noche la luna
una estrella fugaz.
La locura.

(De Con los gatos el silencio, 1994)

Los prejuicios

Las palabras que no se pronuncian florecen en el desierto
naufragan en el mar.
Háblame de tus terrores nocturnos
de las cadenas que anudas a tu cuello para sostener la esperanza
de los alfileres con los que clavas arañas en un tapiz azul.

Dentro de una hora ya será tarde,
Volverás a ocupar la cabecera de la mesa
vestida de negro
dividirás la carne
rociarás el apio con aceite y vinagre.
Continuarás el eterno
engañoso
mezquino ritual.

IV

Mi madre mezclaba un limón tres varas de cinta siete dientes de ajo
con yerbabuena sal incienso y perejil
y pasaba la mezcla por siete pilas de agua bendita
para llamar a la suerte y librarse del mal.

Nada sé de amuletos ni hechicerías
pero conozco a quienes siembran la miseria y la muerte
y sé que con ellos no habrá reconciliación.

VII

He visto tu corazón abierto como un páramo
despojado y silencioso
rodeado de hogueras para que mi mano no lo alcance
y con una pesada lágrima en el centro
horadando inexorablemente
la niñez.

(De Poemas crueles, 1996)

La cuchara

Con esta cuchara de alpaca
-mango bordado con flores y hojas-
tomé de niña la sopa,
de mujer
removí almíbar y salsas.

Hoy es solo un talismán junto al clavo herrumbrado de un barco
llaves antiguas
un mapa un compás caracolas.
Mañana
cuando mi muerte
será lo último que me lleve a la boca.

(De El rostro en la mano, 2005)

I

Qué tremenda mi ignorancia
la equivocación
la omisión
el desconcierto.

¡Recién ahora reparar en el asco!

O es que el crimen no es un acto repulsivo
que el Papa prohíba el aborto
y calle los miles de niños que mueren de hambre
que se torture se aniquile y se tiren los restos del hombre
en el basural
una fosa común
la profundidad de las aguas
que los mass media desinformen
y crezca el caos
la degradación
la locura
¿no es todo esto repugnante?
¿no nos impregna de olor a cloacas recién abiertas?
¿no nos mancilla por nuestro silencio?
¿no nos va envenenando la sangre por esta inercia?

Pestilentes señores del poder
voy a contarles

ya no es posible escribir sobre la vida
desparramar la sangre
desparramar la savia
no es posible cantar estas tierras transformadas
en cloaca en basural
con los generales genocidas mostrándose, pavoneándose
los torturadores ocupan grandes cargos
-llegará el momento de nombrar uno por uno-
traficando con el hambre
los legisladores que aprobaron
la obediencia de vida
el punto final
los indultos
y hoy aprueban la corrupción
la llegada de marines que vienen a meter miedo sofocar disturbios
-nadie cree en paradisíacas vacaciones-
posiblemente mañana aprobarán la mierda que con orgullo importamos.
La muestra no sirve:
contamina las aguas y las aguas a las bestias
a las plantas todas.

(De Mi signo es de fuego, 2018)