| Alfonsina Storni |
(Sala Capriasca, Suiza, 1982 – Mar del Plata, 1938)
Poeta y columnista, Storni es una de las representantes del modernismo latinoamericano. En su juventud fue obrera en una fábrica y luego maestra rural. Logró ser reconocida en un mundo de hombres por su escritura y sus ideas (anarquista primero, luego socialista; defensora de los derechos de las mujeres). Su obra recorre, entre otros temas, el deseo femenino, el derecho a la independencia frente al hombre y la insistencia de la muerte.
Índice
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(De Languidez, 1920)
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Versos a la tristeza de Buenos Aires
(De Ocre, 1925)
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(De El libro de la soledad, 1989)
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(De Poemas de amor, 1926)
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(De Mascarilla y trébol, 1938)
Han venido
Hoy han venido a verme
mi madre y mis hermanas.
Hace tiempo que yo estaba sola
con mis versos, mi orgullo…casi nada.
Mi hermana, la más grande, está crecida,
es rubiecita; por sus ojos pasa
el primer sueño: he dicho a la pequeña:
-La vida es dulce. Todo mal acaba…
Mi madre ha sonreído como suelen
aquellos que conocen bien las almas;
ha puesto sus dos manos en mis hombros,
me ha mirado muy fijo…
Y han saltado mis lágrimas.
Hemos comido juntas en la pieza
más tibia de la casa,
Cielo primaveral…para mirarlo
fueron abiertas todas las ventanas.
y mientras conversábamos tranquilas
De tantas cosas viejas y olvidadas,
Mi hermana, la menor, ha interrumpido:
-Las golondrinas pasan…
(De Languidez, 1920)
Versos a la tristeza de Buenos Aires
Tristes calles derechas, agrisadas e iguales
Por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,
Sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo
Me apagaron los tibios sueños primaverales.
Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada
En el vaho grisáceo, lento, que las decora.
De su monotonía mi alma padece ahora.
—¡Alfonsina! — No llames. Ya no respondo a nada.
Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero
Viendo en días de otoño tu cielo prisionero,
No me será sorpresa la lápida pesada.
Que entre tus calles rectas, untadas de su río
Apagado, brumoso, desolante y sombrío,
Cuando vagué por ellas, ya estaba yo enterrada.
(De Ocre, 1925)
XXV
Es medianoche. Yo estoy separada de ti por la ciudad: espesas masas negras, ringlas de casas, bosques de palabras perdidas pero aún vibrando, nubes invisibles de cuerpos microscópicos.
Pero proyecto mi alma fuera de mí y te alcanzo, te toco.
Tú estás despierto y te estremeces al oírme. Y cuando está cerca de ti se estremece contigo.
XXXII
Oye: yo era como un mar dormido.
Me despertaste y la tempestad ha estallado.
Sacudo mis olas, hundo mis buques, subo al cielo y castigo estrellas, me avergüenzo y me escondo entre mis pliegues, enloquezco y mato mis peces.
No me mires con miedo.
Tú lo has querido.
(De Poemas de amor, 1926)
Palabras manidas a la luna
Quiero mirarte una vez más, nacida
del aire azul, con gotas de rocío
pendientes sobre el mundo, aligerada
de la angustia mortal y su miseria.
Sobre el azogue, más azul, del río,
diciendo “llora”, aymé, tan transparente
que no hay palabras para aprisionarte,
nácar y nieve sueños de ti misma.
Baja: mi corazón te está pidiendo.
Podrido está; lo entrego a tus cuidados.
Pasa tus dedos blancos suavemente
sobre él; quiero dormir, pero en tus linos,
lejano el odio y apagado el miedo;
confesado y humilde y destronado.
(De Mascarilla y trébol, 1938)