| Alejandra Pizarnik |
(Buenos Aires, 1936-1972)
Aunque sus lecturas eran amplias, sus poetas preferidos eran los surrealistas franceses. Fue protagonista de la ferviente década del ‘60. En su poesía destaca la insistencia de la inadecuación del lenguaje para expresar al mundo, y la inadecuación del mundo con respecto a nuestros deseos más profundos. Además de su obra poética, se conserva mucha de su correspondencia, diarios y estudios críticos.
La noche
Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la conciencia con sus estrellas.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.
Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella ha de arrojar odio a nuestras miradas
sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.
Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.
Alguna vez volveremos a ser.
(De Otros poemas, 1959)
silencio
yo me uno al silencio
yo me he unido al silencio
y me dejo hacer
me dejo beber
me dejo decir
(De Otros poemas, 1959)
13
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome
(De Árbol de Diana, 1962)