Facultad de Ciencias Humanas

18 de marzo - Inicio del primer cuatrimestre

Se entregaron 65 títulos de Humanas en la 287ª colación de la UNRC

El viernes 26 de agosto se realizó en el Aula Mayor la 287ª colación, la Facultad de Humanas estuvo presente en las dos ceremonias en la que recibieron diplomas 65 flamantes graduados/as.
En el acto de la mañana, el Vicedecano de Ciencias Humanas Cristian Santos se dirigió a los/as graduados/as de la UNRC:
“El pasado 17 de agosto recordamos el 172 aniversario del paso a la inmortalidad de José Francisco de San Martín, el gran estratega de nuestras guerras de Independencia; el general que prefirió desobedecer al directorio de Buenos Aires y en lugar de usar su fuerza para derramar la sangre de hermanos en luchas internas, condujo sus tropas para liberar Chile y Perú del oprobio colonial; el victorioso de San Lorenzo, de Chacabuco y de Maipú, quien al decir de Bernardo Monteagudo “alzó de la miseria con sus propias manos a muchos de los que hoy son sus enemigos”, formó un ejército integrado por indios, negros, mestizos y olvidados de todo origen, que se pusieron a su mando por una causa y un propósito; el líder que con todos los honores renunció a la jefatura de Estado del Perú para que sea un congreso quien resolviera la organización política del país; un libertador tratado como extraño, que no recibió el merecido reconocimiento en su tiempo y en su tierra.
Por estos días recordamos también algunas de las grandes mujeres que han conseguido romper el techo de cristal de nuestra historia, como Manuela Pedraza, cuyo coraje se destacó durante las invasiones inglesas de 1806. “La tucumana” peleó junto a su esposo, que cayó muerto a su lado. Manuela recogió su fusil y siguió combatiendo con el batallón de Patricios al mando de Liniers, quien después del triunfo la nombró subteniente de infantería. O Martina Céspedes, quien con la ayuda de sus hijas durante las segundas invasiones de 1807 tomó prisioneros a doce soldados ingleses en su propia pulpería. Liniers la nombró luego sargento mayor del ejército.
Muchos hombres y mujeres valientes han antepuesto la libertad del pueblo a su propia posición o comodidad personal, y muchas veces a costa también de las persecuciones o del abandono de los poderosos de la época. La historia tiene sus giros, sus bucles; nunca se repite, pero en ocasiones el presente y el pasado se parecen bastante.
Nuestro presente histórico está signado por una desigualdad escandalosa. El 1% de la población mundial posee más riquezas que el 99% restante. A nivel global, el PIB es casi 180 veces menor al volumen de transacciones financieras (85 billones de dólares contra 15.000 billones). Se calcula que gravando apenas el 0,04% (es decir, 4 dólares por cada 10.000) del volumen monetario de aquellas transacciones podrían cubrirse las necesidades básicas del planeta, las mismas que forman parte de los Objetivos del Milenio. Hoy nuestro país tiene capacidad para alimentar a unos 500 millones de personas (10 veces su población), pero el salario mínimo no alcanza para cubrir la canasta básica alimentaria; tenemos 11 millones de argentinas y argentinos en situación de pobreza y 2,5 millones de indigentes. No se trata de números: sabemos bien que “los números pueden ser el refugio de ciertos canallas”. Que muera un solo niño una sola niña de hambre es una inmoralidad que no podemos naturalizar ni mirar con indiferencia.
La humanidad ha progresado mucho durante los últimos 200 años. Ese progreso lo debe fundamentalmente a dos causas: el desarrollo de la ciencia y la tecnología, muchas de las cuales han sido gestadas en las Universidades, y la aplicación de políticas de inclusión e integración, muchas de las cuales también se han pensado en las Universidades. Hoy pueden curarse enfermedades otrora incurables, hay nuevas tecnologías que permiten mejorar la generación y transporte de energías o medicamentos, pero además se necesita universalizar su acceso. Por ello, que exista un derecho allí donde hay una necesidad no debe ser interpretado como una fórmula matemática, mucho menos como una “aberración jurídica”, sino como un anhelo colectivo y como una posición política, una posición política que en la realidad actual resulta urgente: que la comida esté garantizada, que el trabajo esté garantizado, que el techo esté garantizado, que la salud y la educación no terminen siendo privilegios para unos pocos; y que, en todo caso, el trato digno sea lo único que terminemos naturalizado.
En nuestro país, la educación superior es un derecho humano y por eso está garantizada por el Estado. Muchos de nosotros somos primera generación de universitarios, hijas e hijos de trabajadores que de no ser por la Universidad pública no habríamos podido acceder a los estudios universitarios, con lo que ello implica para el desarrollo personal, familiar y social.
El compromiso de nuestra institución está plasmado en su Estatuto, cuyo título preliminar establece lo siguiente:
“La Universidad Nacional de Río Cuarto debe formar y capacitar profesionales y técnicos con una conciencia nacional, apoyada en la tradición cultural del país, según los requerimientos regionales, nacionales y latinoamericanos. Ello mediante una educación que desarrolle en el estudiante una visión crítica, así como las cualidades que le permitan actuar con idoneidad profesional y responsabilidad social, tanto en la actividad pública como privada. Esta formación estará orientada por los valores de la solidaridad social apuntando al respeto por la diferencia.”
Queridas y queridos graduados, después de haber compartido años de estudio en la Universidad pública, con momentos de alegría y otros de tristeza, años tan extraordinarios como los dos últimos de pandemia que necesitaron cuotas adicionales de esfuerzo y de solidaridad, los miramos a los ojos y sentimos un orgullo inmenso porque han conseguido superar esta etapa tan importante.
Recuerden que la libertad y la felicidad no son regalos que se reciben, sino conquistas por las que hay que trabajar mucho y que ninguna de ellas se logra en soledad. Hacemos votos, pues, para que los ejemplos de todas aquellas personas que abrazan causas justas y se entregan por entero para conseguirlas, guíen vuestros pasos y les iluminen el camino. Que se conduzcan siempre con humildad, que nunca abandonen el pensamiento crítico y el compromiso solidario.
Desde la comunidad de la UNRC, los y las felicitamos por este logro. Aplaudimos de pie, con la misma emoción que sienten sus familiares y amigos, quienes están y quienes ya no están entre nosotros, pero que seguro nos sonríen desde lo alto.
Les deseamos mucha salud y buen vivir.”